De frente al espejo, con la primera prueba afanada en mis hombros, el maestro, sonrisa impaciente, alfiletero en mano y cinta métrica al cuello me pregunta: ¿Este largo es el correcto? Titubeando y con algo de desconcierto respondo: “Asesóreme. Usted es el maestro”.
La primera prueba, del primer traje sastre es quizá una de las experiencias más endulzantes y a la vez más intimidantes. ¿Qué se dice? ¿Cómo se pide? ¿Cómo no se pide? ¿Qué largo? ¿Qué talle? ¿Qué cruce? ¿Qué detalles?
Hace varios años hice mi primer encargo. La experiencia nunca la olvidaré. Los errores tampoco. Con la finalidad de librarlos de la mayor cantidad de primeros errores, les comparto mi experiencia y claro, mis disparates.
1- No conocer, ni interesarme en identificar el estilo sartorial del maestro sastre.
Caminando cierto día por la calle buscando nuevo composturero, veo del otro lado de la acera un local que dice “Se hacen trajes a la medida”, me asomo y en la mesa de corte veo a un maestro de unos 65 años de edad, con cinta métrica al cuello, traje gris a cuadros, corbata morada y camisa a rayas.
Mi primer pensamiento fue: “Por fin congruencia. Así deben de vestir los sastres”. Emocionado me acerco al maestro, le pido que me muestre su trabajo y me platique de lo que hace. Él comienza a mencionar sobre las dos pruebas, sus ojales a mano, martillos funcionales, picados en solapa y pespuntes en contraste. Emocionado, sin meditarlo ni un momento más, le digo: ¡Perfecto, hágame dos trajes!
Mi primer gran error fue no investigar o preguntar con quién estaba encargando mi traje.
Sus trajes, ¿qué tan armados eran? ¿Full-canvas, half-canvas o fusionados? ¿Cuánta hombrera? ¿Qué tipo de pinza al pecho? ¿Altura de muesca? ¿Altura de primer cruce? ¿Redondeado de filos? ¿Tipo de curva a los costadillos? ¿Realmente, con qué estilo sartorial se identificaba? ¿Referencias en foto de los trajes que ha entregado en diferentes tipos de cuerpo?
Sobra decir que mis primeros trajes fueron todo menos favorables.
2- Dejarme guiar ciegamente por el maestro sastre.
Recuerdo estar parado frente al espejo, en mi primera prueba en alfalfa (prueba sin entretela hilvanada y con bastante tela extra para poder moldear al momento de estar con el cliente) el maestro me pregunta: ¿Qué largo quieres? ¿Así de pequeña la solapa? ¿Qué opinas de poner el primer botón a esta altura? Usted decida, usted es el maestro, respondí.
Alguna vez en un libro de Flusser, o habrá sido en un artículo de Lopez-Galiacho, leí que “el sastre es tu mejor amigo y tu mejor asesor de imagen”. Aconsejado por esa afirmación, decidí dejarle todos los detalles al maestro. En ese momento no estaba consiente, pero teniendo en cuenta que el maestro tenía 65 años, sastre de banquillo, de traje muy cuadrado y con referencia sartorial en las ilustraciones de Scabal, hubiera sido fácil adivinar cuál sería el resultado final.
Era obvio que el traje quedaría perfecto, ya que su maestría es indudable, pero perfecto a su ideal de traje no a la ilusión que yo esperaba recibir. Sin duda, mi segundo error fue nunca comunicarle qué quería ver y en especial, qué no quería ver.
3- Pedir de todo en un solo traje.
Instagram, Tumblr y un millón de referencias que quería plasmar en un solo traje:
Saco de bolsillos con tapa en diagonal, tercer bolsillo de cerillera, ojal de solapa y de manga en contraste, solapa con doble picado al filo, pespunte interior en rojo, doble abertura trasera.
Chaleco de solapa shawl cruzado, ocho botones en contraste, espalda de chaleco en tejido de traje.
Pantalón con abertura trasera, disposición de botones para tirante, valenciana española, caja alta sin pinzas, bolsillos laterales y traseros con vivos, bolsillos laterales sesgados, bolsillo para monedas.
Ahora imagínense todos esos detalles en un solo traje, exacto, excesivo.
4- No conocer mis proporciones ni cómo sacarles el mejor provecho.
Soy de proporciones cortas, lo sé y lo entiendo. Mis piernas no son largas. Mis muslos y gemelos un poco robustos. Mi torso es corto. Mi cuello no tan largo y mis cachetes, prominentes. Tomando eso en cuenta, lo más recomendable es que mis pantalones sean de caja alta, una pinza y con bajos sin quiebre (para alargar visualmente mis piernas). Los sacos que sean de cruce bajo, solapa de ¾ de mi hombro y muesca baja (para alargar visualmente el escote en V y lucir un torso mejor proporcionado). Además de muchas otras recomendaciones sartoriales que en otro post les compartiré. Ahora lo sé, pero en mi primer encargo no tenía ni idea. Vaya problema.
Mis primeros sacos, en cambio, tuvieron una muesca muy alta, solapas a la mitad de mi hombro, el primer cruce casi a la altura del nacimiento del pecho, cuartos casi cuadrados, doble hombrera, pinzas de pecho muy altas y carteras de bolsillo voluminosas. El resultado fue una chaqueta como caja de cartón, cuadrada, rígida y poco estética, para las personas bajas como yo. Totalmente desfavorable. El pantalón, de caja semi alta, no fue tanto problema. Lo que terminó por matar el traje fue el chaleco. Como sabemos, el chaleco debe cubrir la pretina del pantalón. Es la regla para no lucir ningún tramo de camisa o pasadores para el cinturón si fuera el caso. Ahora, mi caja de pantalón no era tan alta, por lo tanto, el chaleco tenía que ser lo suficientemente largo para cubrir la pretina del pantalón, al final eso terminó por desproporcionar aún más mi cuerpo, mis piernas lucían más cortas por no decir de lo raro que se veía la proporción entre largo y ancho del torso por el chaleco cruzado.
Al final un traje proporcionalmente raro.
5- Dejarme maravillar por la experiencia.
Al encargar nuestro primer traje sastre, lo recomendable es ser lo más sobrio y sereno posible. Entre tantas telas, forros, detalles, hilos, botones, cortes, acabados y posibilidades es muy fácil embelesarse. Si a esto le sumamos la experiencia de la toma de medidas y las pruebas, ser objetivo es complicado.
Y justo ese fue mi caso, relacionado con el punto 2 y el punto 4, le decía sí a todo lo que recomendaba el maestro. Maravillado, no me preocupaba por ver la caída de las prendas, si la manga se veía torcida, si en la entrepierna se formaban arrugas raras o si el chaleco se desbocaba, todo parecía perfecto, porque estaba cautivado por el momento.
Serenidad y tiempo son obligados.
6- Probar sin probar.
Las pruebas son lo más importante para el futuro de nuestro traje y, en especial, para el de nuestra comodidad. No basta con verse al espejo y ver si el largo de la manga es el correcto o si el largo y altura del pantalón, el indicado. La prueba es realmente para probar como usaríamos el traje en el día a día, priorizar a toda costa nuestra comodidad.
Recuerdo que en mis primeras pruebas únicamente me fijaba en la limpieza de los hombros, en los largos de manga, cuartos y piernas y en lo entallado o no de los costados. De pie, claro que se veía de lujo el traje. En movimiento, sentado o después de un tiempo de haber usado el traje, todo cambiaba.
La prueba debe de ser toda una ceremonia. Además de ver cómo queda el traje parados, hay que sentarnos, movernos, caminar un rato, cruzar la pierna, cruzar los brazos, agacharnos, estar un buen tiempo con el traje puesto para relajarnos y así, poco a poco, el traje se acople a nuestro cuerpo y entonces realmente ver la comodidad, en dónde falta, en donde sobra, qué arrugas se ven raras, qué no nos hace sentido en el espejo y en la cabeza.
Yo recomiendo estar con el traje puesto al menos 10 minutos y hacer diferentes movimientos. Sólo entonces, externar al sastre nuestras inquietudes y comentarios.
La prueba lo es todo.
7- Encargar dos trajes y un saco de buenas a primeras.
Sobra comentar este punto (ja, ja, ja).
Sinceramente,
A.J.