Camisería Bolivar, 121 años de tradición

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9:00 am de un sábado en el centro de la ciudad que DF se hacía llamar hace algunos años. Cruzamos la puerta del No. 23 en calle Bolivar.

Ramón Sánchez nos hace pasar a la camisería más antigua de la Ciudad de México. Más de 121 años de edad, nos comienza a platicar.


LBH (La Buena Hechura), RS (Ramón Sánchez)


LBH: Cuéntame, Ramón.

RS: Arráncate, arráncate.

 

LBH: Ciento y tanto de años, 3 generaciones, tú eres la tercera. ¿Cómo empieza? Cuéntanos un poco.

RS: 121 años. El dato exacto no lo tengo, pero se supone que el hermano de un cantante de principios de siglo tenía la camisería. El tío de mi padre andaba con la hermana y él se la traspaso. Mi padre llego aquí en el cuarenta y algo. Su padre murió en el 52, entonces su tío adoptó a mi padre. Después mi abuela y tía se regresaron a España. Mi papá se quedó aquí.

Precisamente el tío de mi papá se peló, porqué lo querían mandar a la guerra de África antes de la guerra civil española.

 

LBH: ¿Entonces quien empezó la camisería fue tu tío abuelo?

RS: Sí. A mi padre, su tío lo traía desde niño. Lo traían de chavito y estudiaba en las tardes. Lo que pasa es que, por ley, se cerraban a las cinco de la tarde todos los establecimientos. Si tú vez, aquí hay una división que separa las vitrinas y la zona donde se atendía. Esto se cerraba y se ponía una puerta en medio, porque tenías que cerrar a las 5, pero el aparador dejarlo a la vista. Podría entrar la gente, pero tú no podías venderles, era ilegal. A las 6 tenías que bajar cortina, a fuerza. Los tiempos eran diferentes, ahora puedo quedarme abierto 24 horas y no habría problema. Claro que sería un suicidio, pero sí hay muchas cosas que aquí han cambiado. No obstante, los muebles siguen siendo los mismos.

 

LBH:¿Aquí empezó como camisería a medida y luego añadieron productos o cuál era la dinámica?

RS: Aquí empezó como camisería normal. La camisería a medida se hizo después. Lo que pasa es que antes había muchísimos camiseros, empezaron a morir y las personas tuvieron que buscar quién les hiciera camisas. Es más, aquí arriba teníamos a uno de los grandes de la historia, que era el maestro Saavedra, Ernesto Saavedra, creo se llamaba. ¡Era un monstruazo! Pero igual murió y toda la gente empezó a buscarle. Fue cuando nosotros empezamos a meternos en la camisería a la medida. Esto te hablo de hace unos 35 años.

 

LBH: ¿En ese tiempo tú ya estabas aquí?

RS: No. Venía esporádicamente, pero yo llevo aquí de planta 26 años. Pero antes venía eventualmente. Es más, yo venía en vacaciones. Me ponían a pasar tarjetas de crédito, porque se planchaban buscando si no estaban boletinadas. Los empleados me las formaban, era impresionante, yo nada más traka, traka, traka, ¡Ja, ja, ja! Me venía a morir aquí, pero me divertía mucho.

 

LBH: ¿Y cómo fue que hace 26 años decidiste quedarte aquí?

RS: Terminando la carrera, literal. Estudie administración y después, de lleno a la camisería con mi papá.

 

LBH: Cuéntame un poco de tu padre.

RS: Mi padre ya murió. Lleva de fallecido 6 años.

 

LBH: ¿Y qué supone su fallecimiento a la camisería?

RS: Primero, obviamente, todos los extrañamos. Además de que era un vendedor extraordinario. De hecho, mucha gente venía exclusivamente con él. Mi padre se llamaba igual, Ramón Sánchez. Fue un golpe duro, pero ahí vamos.

(Ramón hace un breve espacio y da una larga fumada al tabaco).

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LBH: Entremos de lleno al tema. ¿Y tus camisas? Cuéntame.

RS: Lo que pasa es que tenemos camiseros que trabajan para nosotros, pero los estandarizamos. Son extraordinarios compañeros, se ponen la camiseta durísimo. La magia es que todos tienen las mismas costuras, todos tienen las mismas puntadas. Es muy difícil que notes la diferencia entre uno y otro.

 

LBH: ¿Y quien los estandariza? ¿Cuál es su proceso?

RS: Eliges la tela. Ya que escoges la tela, vemos cómo la vamos a armar. Ahí es donde te pregunto todo: pespuntes, largos, anchos, etc. A continuación, te mido y a la par vamos analizando qué corte quieres, cómo lo quieres, más pegado, en dénde, etc.

Porque a cortes como personas. Aparentemente yo te hago una camisa y tú me dices: Me quedó floja. Ok, no hay problema. Siempre se te hace un molde en cartón. O sea, tú existes con un molde en cartón. Por ejemplo, tú me hablas y me dices: “Necesito una blanca urgente”. Sacamos tu molde en cartón, lo ponemos en la tela, la cortamos y te la hacemos, nunca tenemos problemas.

Entonces, si tú me dices: Más pegada; Más floja, se te hace el arreglo en la camisa y ese molde se ajusta. Es hasta que quede, no paramos hasta que el cliente esté conforme.

Por contarte una anécdota, una vez un señor quería una de lana negra. Mi papá lo midió todo. A la hora que se la puso, le quedo perfecta y el señor nos dijo: «Me queda chica». ¿Cómo que le queda chica? «Sí, présteme una de las que ya tiene hechas». Se la pone y al señor le cubría los puños totalmente. «Esta me queda perfecto, dijo» (Risas compartidas). No friegues. ¡Ja, ja, ja! El señor quería explícitamente que le salieran del puño.

Son detalles que, aunque tú le haces el puño como debiera ir, ellos dicen “No, yo quiero el puño flojo para que pueda meterle los dedos” o “A mí me gusta meter toda la mano en el cuello, porque si no, me irrita”. (Más risas). Cosas así, tenemos muchas situaciones de ese tipo. Es por eso que es importante entrevistarte con la gente.

 

LBH: Por ejemplo, cuando ocurren este tipo de situaciones ¿Tu procuras guiar al cliente? ¿O haces lo que el cliente pide?

RS: Siempre se lo proponemos, pero hay clientes que dicen “A mí me importa un… Yo la quiero así. Punto final».

Mira, por ejemplo…

(Ramón busca entre sus encargos y nos muestra una tela. Manta natural, envejecida artificialmente. Un cliente quiere replicar varias camisas de principio de siglo. Nos pasamos un par de minutos platicando de los detalles que hubo que replicar y lo que conlleva este tipo de trabajos).

 

LBH: Todo este tipo de detalles, cuellos, cierres, tantos pliegues, tantos fuelles. ¿Lo practican a prueba y error? ¿Lo tienen ya muy estudiado? ¿Cómo lo ejecutan?

RS: Lo hemos hecho tantas veces que ya lo tenemos dominado. Te cuento, todo lo que hacen de época aquí en México es obra nuestra, hablando de camisas. Hacen tantas telenovelas, tantas series y como son los mismos proveedores, pues ya saben por dónde va el rollo. Por lo que esto nos lo topamos casi diario, siempre acuden a nosotros.

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LBH: ¿Qué le recomendarías a un cliente si te dijera: «Quiero hacerme mi primera camisa a la medida»?

RS: ¿Para qué la quieres? Mira, es literal, para trabajo, para fiesta, para evento…

 

LBH: Ejemplo: una fiesta de graduación. Quiere su primera camisa a la medida que también quiere usarla en el medio laboral al momento de salir de la universidad. ¿Qué le recomendarías?

RS: A ver, es una graduación, tienes que ir de camisa blanca. Punto. Segundo, yo te mandaba de mancuernas. Ahora, una camisa blanca de mancuerna que le quede a cualquier traje. Ahí está la magia.

Cuando me dicen: «Me voy a graduar, quiero una camisa púrpura con puños verdes». Les digo: A ver espérame… (Risas de fondo) ¡Me ha tocado! Hay gente que me pide eso. Vestí a un novio que se hizo un chaqué verde. Sí, súper 180’s ,pero verde. Imagínate la camisa. ¡Ja, ja, ja! Fue blanca.

Pero sí, aquí somos conservadores. Ahora, una cosa es una camisa que quieres para estar en la oficina y luego te sales a comer y la abres. Ya ahí le puedes meter interiores de colores, detalles al punto, que mientras traes la corbata no se nota, pero aun así es un detalle sutil, apreciable.

 

RS: Nosotros le ponemos mucha atención a la fusión de los cuellos, desde fusiones muy duras a muy ligeras, pero siempre fusionados para evitar las impensables burbujas que se suelen dar en las camisas mal entreteladas.

 

RS: También todo depende del corte, del trazo, de cómo se arme; en una camisa con corbata o sin corbata, el cuello debe mantenerse bien situado, en su posición, sin desbocarse, bajarse, o peor aún, salirse del saco.

 

RS: El corte, ojo, no porque la moda sea slim, tienes que parecer tamal mal amarrado, veintiún mil quiebres por todos lados. Y tengo personas que así me lo piden. No te vas a poder sentar, no vas a poder caminar, compadre. “O sea, así me gusta”. Bueno, al cliente lo que pida.

 

LBH: Y a todo esto, ¿qué es lo que más te gusta de la camisería?

RS: Es que nací en esto. Yo nací aquí. O sea, tú me entenderás. Tú también te enciendes cuando te empiezan a enseñar las telas súper 200’s, cuando te enseñan las sedas, dices: ¡Que cosas! No necesariamente necesitas algo caro para tener algo bueno. Que lo caro es bueno, casi siempre, pero que lo barato es malo no es cierto.

No necesitas gastarte $10,000 pesos en una camisa para que te quede bien, para que te veas bien, para que te sientas bien.

También hay que especializarse, dedicarse. A veces me preguntan que por qué no vendo casimires. Si con los catálogos de telas camiseras ya tenemos un millón de opciones, imagínate si me dedicará a más cosas. El sastre a sus telas, el camisero a sus camisas. Hoy en día han salido una gran cantidad de empresas raras que se dedican a hacer de todo: camisas, trajes, zapatos, corbatas, pañuelo y luego ves unas cosas espeluznantes. La camisa puede estar impecable, pero el traje, discúlpame, pero hecho con las garras… Horrible. Repito, zapatero a sus zapatos.


El mejor conocido entre sus clientes como, el Chiquitín, va entrando, sube la cortina, los rayos del sol se reflejan en los vidrios de la camisería, un día más, otra camisa vendida.

¡Que viva la sastrería!

Sinceramente,

A.J.


(Puedes encontrar el video de nuestra colaboración en el siguiente enlace)

Camisería Bolivar | La Buena Hechura


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